El vapuleado medio ambiente

Ayer 5 de junio fue el Día Mundial del Medio Ambiente. Así lo ha sido desde que una Asamblea de las Naciones Unidas, del año 1972, lo determinara tomando como referencia al inicio de la denominada «Conferencia de Estocolmo», cuyo principal tema a tratar fue, precisamente, el medio ambiente.
Desde entonces resulta adecuada la fecha para reflexionar sobre este tema, muy difundido pero aún muy divorciado de las políticas habitualmente aplicadas en casi todo el mundo.
Difícilmente no hallemos, en discursos políticos y promesas de campaña, a las palabras «medio ambiente». En nuestra país, aún aquellas provincias que disponen de una rica legislación, en la práctica siguen calificando muy por debajo de los requerimientos ambientales de nuestra sociedad.
Nuestras leyes parecen letra muerta ya que, incluso aquellas instancias de participación ciudadana a las que obligan, se han transformado en un trámite más y sólo perturba a los autocalificados «desarrollistas», por la pérdida de tiempo que generan.
A ello sumar que las audiencias públicas no son vinculantes y los estudios de impacto ambiental son contratados y pagados por los mismos impulsores y responsables del proyecto, la aplicación de estas leyes y su efectividad, depende exclusivamente de la responsabilidad y sensibilidad de los organismos de aplicación de la ley, organismos que responden a los intereses de las mismas autoridades que suelen impulsar dichos proyectos.
De igual manera políticos funcionarios y, en ocasiones, ambiciosos empresarios, insisten en presentar al cuidado del ambiente, como una cuestión muy alejada del tan necesario «desarrollo». Motivando intensos debates que se focalizan en un supuesto antagonismo, «economía vs ecología», «urbanización vs naturaleza», «desarrollo vs preservación».
Claro que se esquiva cualquier intento de análisis o reflexión. Porque acaso la economía sin la ecología, no implica un desequilibrio autodestructivo; la urbanización sin el respeto por la naturaleza, una pésima calidad de vida que echaría por tierra el supuesto bienestar ciudadano o el desarrollo sin una cuota de preservación, un falsa premisa que, con el tiempo, mutaría en un atraso inevitable.
Es que los tiempos políticos de muchos proyectos, no son los apropiados para el desarrollo sustentable de recursos que consideramos esenciales para el futuro. Los políticos suelen pensar en plazos relacionados con su periodo de gestión cuando en realidad los tiempos indispensables son aquellos que garantizan el cumplimiento de una planificación,  pero no solo a corto plazo, sino también a mediano y largo plazo.
Las políticas ambientales de la Argentina han sido, durante las últimas décadas, débiles o inexistentes. Todo parece indicar que estamos condenados a repetir los mismos procesos de otras partes del mundo, donde la toma de conciencia ha sido consecuencia de los desastres. No obstante ello, hemos avanzado mucho en materia legislativa, pese a lo antes mencionado. De igual manera, la sociedad está incorporando con aparente celeridad, una mayor sensibilidad quizás en función a la predisposición de niños y jóvenes, hacia la protección de la naturaleza.
En nuestra provincia, dueña de una legislación abundante, existen muchas deudas pendientes. El Estado parece digerir estos procesos, mutando en nuevas irresponsabilidades. La mentalidad de quienes nos gobiernan, no cambiará mientras en nuestra sociedad prevalezcan otros valores, vivir en ciudades contaminadas, ambiental y visualmente, con un crecimiento urbano disociado de la naturaleza que lo rodea, parece insensibilizar aún más, resignando a los vecinos a renunciar, cada día, a una cuota de calidad de vida. Paradójicamente es el entorno natural y el paisaje un valor aceptado popularmente, aunque en la mayoría de los casos, solo para uso recreativo.
El lado optimista de este panorama, radica en la juventud. En una enorme cantidad de jóvenes y ya no tanto, muy proclives a proteger estos valores y a asumir un rol más comprometido a la hora de protegerlos.
Una de las actividades más importantes, por lo menos para el sur de la provincia, se sostiene en la calidad ambiental de un atractivo aún persistente. Hablamos del turismo que ha crecido a paso sostenido, como en todo el país. Sin embargo es necesario recordar que esta actividad, como cualquier otra incrementada irresponsablemente, puede erosionar ese atractivo irremediablemente. El desafío político es saber diferenciar a nuestro destino turístico, de todos los demás y ubicarlo dentro de un producto que no es, ni será, ni es bueno que así ocurra, de turismo masivo… error grave de los responsables que admiten un plan sólo apoyado en la cantidad y en la promoción puesto que la cantidad deberá hallarse sujeta a la huella ecológica que nuestro territorio pueda soportar y la promoción al tipo de turismo que más nos conviene y que responda, ineludiblemente, a dicha premisa.
La infraestructura deberá adecuarse a estas cuestiones y si bien es necesario pensar en lo global para actuar en lo local, dependerá de nuestra inteligencia y honestidad política no copiar modelos que, en otros lugares, han generado un deterioro irreversible y han banalizado atractivos que, cada vez menos personas quieren conocer.
Quizás sea este día, adecuado para reflexionar sobre estos temas, con una cuota de autocrítica. En tiempos en que mucho se habla de la construcción de nuevas rutas, de crisis económicas, de nueva matriz productiva, de interconectados energéticos, de turismo de aventura, de especulación inmobiliaria, de minería, de granjas multitróficas, de nuevas urbanizaciones y de bienestar de una población que no ha parado de crecer.
Estamos todos dentro de una pecera amigos y la mayoría despreocupados del agua que se contamina.
Por ejemplo mucho se está hablando del proyecto Ruta 30  hasta Almanza y, posteriormente, hasta Bahía Sloggett o Buen Suceso, ya que no está clara su extensión. Si bien podría tener una lógica que garantice un circuito turístico, con aspectos que nunca se han querido debatir con profundidad o como alternativa de acceso y salida de una ciudad que ha crecido exponencialmente, el caso es que hoy se presenta a este proyecto como indispensable alternativa para la diversificación de la matriz productiva de nuestra provincia, sin que hasta la fecha, no tengamos otra referencia que una “granja multitrófica» de etapa experimental, de la que sospechamos terminará  perjudicando a los proyectos de pesca artesanal hoy en desarrollo.
De igual forma se nos asegura la ventaja de la Ruta 30,  a la hora de pensar en el desarrollo minero, detalle que no parece congeniar con el perfil de «ruta turística» con el que se califica al proyecto. Y si se piensa en los turbales, cuando se habla de minería, no podemos evitar enterarnos que hace escasos días cerró una empresa turbera con doce años de actividad en la provincia, despidiendo a todo su personal. Se habla de una potencial explotación de la turba, cuando conversando con idóneos, nos dicen que las principales turberas y en mejores condiciones de ser explotadas, ya disponen de acceso por la Ruta Nacional Nro. 3 o complementarias. Además, lo cierto es que no garantizan el éxito y ponen en riesgo otros recursos como el turismo o la pesca artesanal.
En definitiva sabemos que este gobierno ha decidido endeudar a la provincia, que es decir a todos los fueguinos, en miles de millones de pesos para construir, entre otras cosas, una ruta de la que no tenemos claro sus objetivos.
Y la prueba de ello está en que no se habla del destino de las tierras que quedarán «accesibles» con esta ruta, de las potenciales inversiones que puedan surgir una vez abierta la ruta, de lo que pueda llegar a ocurrir con los pescadores artesanales en Almanza si fracasara la primera experiencia de la renombrada “granja multitrófica» (que ha generado algunas serias dudas en los científicos que cumplen funciones en el CADIC) y mucho menos de los riesgos que correrán todos los demás valores de los que poco o nada se habla, relacionados con nuestro patrimonio, turístico, natural, paisajístico, cultural e histórico.
La realidad de este proyecto, se halla enmarcada en premisas poco claras o falsas. Bajo proyectos que no existen o no existían hasta hace pocos meses, porque la Granja Multitrófica es una oferta impuesta por el gobierno nacional y lo demás resultado apresurado de proyectos de desarrollo potencial.


 


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